«Cava en tu interior. Dentro se halla la fuente del bien y es una fuente capaz de brotar continuamente si no dejas de excavar » Marco Aurelio, Meditaciones).
«Comprender a los demás es inteligente; comprenderte a ti mismo es ser sabio» (Tao Te Ching).
Aquella frase que dice: “los árboles impiden ver el bosque» nos resulta familiar. Ver el bosque es mirar con interés algo que me importa mucho:- puede ser un tema, una situación, un conflicto- que es esencial descifrarlo porque puede tener relación con algo, con alguien o con alguna circunstancia personal-.
Ver y mirar son dos términos que aparentan significar lo mismo pero no es así. La diferencia se capta si decimos “vamos a mirar un cuadro detalladamente”. Mirar entraña atención, selección, conocimiento y dominio del tema. Ver, tiene un significado más perceptible, de conjunto y superficial. En mi comentario “ver el bosque” se identifica con mirar.
Pues bien, el ejercicio filosófico de mirar las entretelas de nuestro interior debe consistir en aprender a prescindir de aquello que es innecesario y estorba para mirar aquello que desvía nuestra atención y que confunde el objeto de nuestra mirada. En el Principito se afirma “que lo esencial” es invisible a los ojos. Por lo tanto, centrar bien nuestro objetivo, mirar el ángulo que va a regir nuestras actuaciones y persistir en dicha mirada sin parpadear será también un ejercicio filosófico que nos irá construyendo mejor en nuestra autoestima y en la solidez de nuestros criterios.
Los árboles de nuestras vidas son las apariencias que encubren la verdad, las fantasías que falsean la realidad, la imaginación que deteriora el conocimiento y las sombras que nublan la luz. A cualesquiera árboles se les podría poner nombre y apellidos. Como vemos, “la vida examinada” de Sócrates va tomando cuerpo en nosotros, se va encarnando en nuestra realidad del día a día.
Sin embargo, el ejercicio filosófico llevado al extremo, puede causar estrés, ansiedad y miopía intelectual. El excesivo solipsismo y un patológico ensimismamiento pueden generar mentes enfermas. Es decir, darle demasiado vueltas a las cosas, rumiarlas constantemente y “quedar encerrado en la máquina”, como diría Descartes, no contribuiría a disfrutar de buena salud mental.
El filósofo es un ser contemplativo que observa, analiza, critica y resuelve, pero no debe implicarse con los problemas más allá de lo que le dicte el sentido común, que es el más común de los sentidos. Contemplar es mirar desde arriba o desde una posición privilegiada. Contemplar es observar y detener la mirada en aquello que despierta nuestra atención. Contemplar es descorrer el velo que oculta la visión y hacer un análisis serio de lo que vemos. Contemplar es criticar y consecuentemente valorar y evaluar. Finalmente, contemplar es resolver mediante el discurso filosófico.
Vivimos tiempos de turbulencias, incertidumbres, crisis, confusión, manipulación, cinismo; pero, al mismo tiempo, también disponemos de mayor autonomía personal y de amplias oportunidades para la superación; el auto-conocimiento, el progreso, la creatividad adquieren una especial relevancia. Necesitamos como nunca la fuerza interior que permite adoptar las decisiones correctas y llevarlas a término.