La verdad como elemento filosófico y relación antropológica

Por José Millán

No puede haber una definición intrínseca de la verdad porque la verdad no se atiene a la realidad intrínseca de todos, a una realidad común, eterna y duradera, sino más bien a circunstancias individuales en contextos limitados por geografía o afinidad emocional.

Como tal, la definición abstracta no existe, no puede existir; por mucho que se quiera elaborar en su comprensión y transmitirla a los demás. Sería como tratar de mandar un chorro de agua por múltiples canales (que serían de entendimiento), cada uno lo recibiría de una manera diferente, intensidad diferente y  diferentes modos. Que hacemos, pues, con ese empeño en transmitir esa locura particular de cada uno. ¿Como convencer de lo que cada uno entiende como tal y de lo que no es?  Ese es nuestro empeño absurdo.
La reflexión como elemento filosófico atiende las bases primordiales de conocimiento, “la duda”, y las secuelas derivadas de muchas consideraciones que afectan a todos y se adaptan mejor a los intereses individuales. Los intereses colectivos nacen del respeto, entendido como  un poder estar en desacuerdo en algunas cuestiones, pero no en la esencia, que es lo que se mantiene.

La reflexión es la primera norma adaptativa y cognitiva que nos lleva a las deducciones sin empirismo valido o de uso práctico de carácter general. Aunque nos de las herramientas de un manejo empírico limitado, y dentro de la estructura lingüística aristoteliana en la que estamos adaptados, en todas sus variedades de interpretación. Aunque parezca una contradicción.

Entonces, qué es la verdad sino el argumento o narrativa que mejor se adapta a los condicionamientos sociales más a tono con los intereses de la tribu, que, a manera de un consenso general, establece la susodicha (si existe) o las verdades más convenientes, en un carrusel permanente de deducciones connotativas.

Se podría decir que las verdades no son duraderas, no son permanentes y no son absolutas como guías espirituales de aplicación continua en nuestros discernimientos de comportamiento.
Es la función cognitiva y social, cuya misión es la de facilitar la posibilidad de sobrevivir, automatizando su comprensión y concepto para evitar preocupaciones, creando una zona de confort que envuelve a cada persona y contiene la(s) libertades de crear pensamientos y reflexiones dirigidos al entorno y modus vivendi.

Sin ello la verdad no existe, ni deja de existir.

Author: José Millán

Periodista español afincado en Canadá