Reflexiones sobre el hombre

Por Jose Vicente Ortí

Desde sus primeros momentos, el hombre ha necesitado saber de su esencia. De sus porqués y de sus temores. De su todo. Y a ello se puso. Porque todos los seres humanos quieren ser más libres y felices. ¿Cómo se podría lograr esto tan básico?

Ese deseo inicial, llevó inapelablemente a la curiosidad del descubrir. Y el hombre utilizó para ello un arma más poderosa que su machete o su fusil: su cerebro y su capacidad para pensar. Para repensar lo pensado, para expresar su sentir, para acercarse al saber; para lograr ese camino de progreso e instalarse en él.

Nada es fácil ni lo fue. El sobrevivir inmediato, no le permitía utilizar su cabeza que no fuera para la mera subsistencia y para no sucumbir. Pero, finalmente, allá en Jonia, a orillas del Mediterráneo, los labradores que faenaban con presteza y decisión, reposaban y en su descanso hablaban con plena libertad de aquello que les venía. El pensamiento abstracto, nacía a orillas del Nostrum. Dice nuestro paisano Manuel Vicent con finura irónica, que » la legumbre es la madre del pensamiento abstracto …»

Grecia es la gran referencia del pensar. Abrió las puertas al hábito posterior de las diferentes escuelas de la filosofía general y de la Historia toda. Y a todos nos interesa ser jónicos, y griegos, y pensadores. Nos hace más profundos y más densos. El pensar interpreta todos los aspectos, y desde nuestra individualidad podemos abrazar y substanciar los conceptos que se nos antojan más adecuados.

Las grandes preguntas no tienen por qué tener respuestas inmediatas y definitivas. Las grandes preguntas son excusas con nuevas puertas que se abrirán para avanzar hacia otros universos y perfilar verdades más construídas y suculentas. La lógica, la moralidad, la ética, la libertad, lo que deseamos, lo mejor, el mundo o sociedad a corregir, lo social, el espíritu de la crítica o la duda como método. Todos los etcéteras …

Aunque parezca paradójico, el dudar es sano. El serenarse ante la impulsividad nos ayuda a revisar y a componer mejor la música y la letra de nuestras verdades. Pensar estando nerviosos o jadeantes, iracundos, o con la cabeza en otro sitio, no va a resultar lo mejor para esclarecer una cuestión.

Uno está en el mundo. La vida. Y no sabemos qué va a ser de nosotros: la incertidumbre. Pero el tiempo que vivamos,-hasta nuestra definitiva caducidad que es la muerte-, debemos aprovecharlo de modo airoso y satisfactorio.

¿Avances individuales? No soy de esa idea. Creo que el avance ha de ser el de todos a una. No impulsados por la cima de una pirámide, sino por una gran base social, conjunto y hermanado. Vivimos en un mundo en extremo desequilibrado y en brecha. Y ésto, constituye todo un reto de futuro.

Todos los humanos deseamos en esencia las mismas cosas y tenemos idénticos objetivos. Por eso no creo en las razas ni contemplo las deidades. Es más: afirmo que no hay nada más humano que el concepto o la idea de Dios. Porque esta figura mítica responde al deseo de protección final, y de nuestro contraataque emocional para que todo no se termine el día de nuestro óbito.

Mas todo finalmente será una conclusión propia. De cada uno de nosotros. Cada cual hallará su camino y priorizará su saber pensado. En mi opinión, son básicos los consensos si queremos realmente y sin hipocresías un mundo más filosófico, y por tanto razonable y vivible.

Libertad, placer, criticismo, personalidad, sin apenas distancias entre ricos y pobres, o entre las ideas de unos contra otros. Pero lo más importante en filosofía es la argumentación y nunca la pulsión imperial de la violencia que nos vuelve al simio.

Placer y pensar, mejorar nuestro bienestar personal y colectivo, pensar en nosotros y en los demás no como foráneos sino como cercanos, el abordaje de los conflictos, y la aceptación pacífica de las diferentes visiones y realidades…

El cambio climático con su calentamiento global, aparece en nuestro tiempo como la primera y más inmediata cuestión a contemplar. ¿Por qué estamos fuera del Sistema Solar y somos incapaces de cuidar y defender nuestro planeta Tierra?, ¿qué sucede?, ¿por qué han de prevalecer los intereses económicos en detrimento del sentido común?, ¿es tan complicado acercarse a la realidad?, ¿por qué nos hemos vuelto tan sumisos con las verdades oficiales?, ¿será porque el miedo nos atrapa y que nos hace guardar silencios? …

Frente a ese humano temor, los valores del pensar que nacen de la filosofía nos resitúan en un lugar más auténtico y nos colocan los pies en el suelo. De ahí la necesidad de que no nos dejemos llevar por las inercias y debamos mantener alto el faro de la vigilancia colectiva.

JOSÉ VTE ORTÍ MARÍ, eterno aspirante a escribidor y curiosón empedernido.

Author: Walter Trujillo

Walter Trujillo es psicólogo y reside en Alemania.