Todos nacemos con fecha de caducidad. Esto es una ley de vida a la que no puedes renunciar aunque te empeñes. Pero es una ley que no pesa. Es suave, como todas aquellas leyes naturales que están puestas en carril. Avanza por sí sola, sin que la tengas que apremiar ni detener, a su paso, a tu paso, el tuyo, porque no hay dos pasos iguales.
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