Por José Millán
Tanta sabiduría, tan poca cosa a enseñar
Unas reflexiones acerca del pensamiento me acercan, [si no al pensamiento único, que ya existía desde que el hombre decidía que bifurcación tomar o increíblemente delinear su mano en las rocas para la posteridad (si algo le importase, pero más bien como marcando territorio de una manera amenazante,) y confirmación de su propia consciencia,] me acercan así pues, a cuál es el verdadero concepto y función del pensamiento tal como hoy día queremos definir como entidad filosófica, que ya es mucho cortar.
¿Pero existía ya este concepto filosófico pensativo bajo los mismos conceptos que hoy queremos atribuir, o simplemente le rodeamos de pompa y adornado de lenguaje esotérico hacia los demás y por tanto crear un ente significativo que nunca existió?
Cuando hablamos de filosofía como un clásico elemento cultural no dejamos de pensar en esos maestros griegos precursores de las múltiples variaciones de enunciar las cosas de maneras diferente, pero con el mismo propósito final: pasar sus conocimientos y tribulaciones lingüísticas. Pero ¿Quién eran esos filósofos? A mi manera de pensar eran “maestros” capaces de solamente y simplemente acelerar los análisis críticos de la cultura existente para determinar las normas de conducta e impartirlos como enseñanza. La filosofía estaba pues para aprender y pensar, no para guardar; incluso podría especular que los resultados no serían constantes y estaría sujetos a una evolución social. Eso seria la maravillosa marcha de la filosofía, una dinámica del saber y aprender como hoy día podemos seguir estudiando la evolución de materia cuántica, evolución constante, porque no es fija.
¿Acaso la enseñanza recibida por Alejandro el Grande no fue más que el aprendizaje de las bases de lingüística, escritura, lectura y conocimiento de los conocimientos registrados hasta entonces en los abundantes papiros? ¿Y no fue su biblioteca sino un elogio a la importancia de transmitir lo que había aprendido y le faltaba por aprender, encaminada a una población?
Por esas y otras razones casi podía deducir que la filosofía, no es un método de conocimiento per se, sino un método de enseñanza extremadamente empírica hacia los demás, pero desgraciadamente, como sucede con todos los movimientos, apropiados por los administradores “los chulos del conocimiento”; pasa en política también. La filosofía era un método de maestros, de como impartir análisis especulativos y de aplicación real acompañados del aprendizaje de la lectura y redacción. Los maestros elevaban a sus alumnos, de entre la población en general, a niveles superiores de cultura con la finalidad de compartir con el resto de la población y confrontar los poderes del estado y evitar los enclaustramientos ideológicos. Prácticamente podríamos decir que eran terroristas culturales.
Al fin y al cabo “conocimiento es poder” y Alejandro lo sabía; sabía que una población con conocimiento era más difícil de subyugar, y por tanto una manera de mantener un legacía imperial y dominio. Dominio cultural entre otras cosas. Y Alejandro había cosechado una experiencia de asimilación cultural magnética desde que cruzo a Asia en la batalla de Granicus, hacia Mesopotamia a India y a Egipto.
Era filósofo también, si seguimos en la línea familiar, Filipo I de Macedonia, cuando inculcaba las técnicas y conocimientos guerreros al joven pubescente, que gano su primera batalla a los quince años en sustitución de sus generales. ¡Tenía tela!
Así puedo, casi declarar que la filosofía era enseñada por maestros de escuela, no por lo que hoy llamamos filósofos.
Desde entonces, observo, que se tuerce esta tan cacareada filosofía, cuyas bases eran las de velar por el conocimiento e impartidos a todos los segmentos sociales.
Sabemos también que los grandes mecenas y poderosos mantenían y retribuían a las escuelas con sus enseñanzas con recompensas y favores de efebos (curiosamente para asegurar los aprendizajes, exentos de la cultura judeo/cristiana que tenemos hoy, con sus correspondientes repercusiones legales) y propiedades como incentivo y sustento de vida , tal como hoy se puedan encontrar en las universidades Americanas y sus financiamiento, con la finalidad muy clara de evitar esas parálisis ideológicas, ya mencionadas anteriormente. Se puede ver que esa “enseñanza” tenia y tiene unos fines políticos no solamente cultura anquilosada como queremos mantener hoy.
La distorsión se origina cuando, en siglos posteriores, se desvía lo que debería ser la enseñanza, con sus secuelas de aprendizaje básico y condicionada en los condicionamientos socio-geográficos, y pasa a contener postulados de conocimiento puro de los métodos de antaño. Es como mirar a través de un ojo de cerradura para saber lo que hacían nuestros antepasados, olvidando, al mismo tiempo, la funcionalidad de esas enseñanzas.
Además, los métodos se ahogan aún más debido a que los usos sociales de enseñanza quedan restringidos por las nuevas fuerzas dogmáticas y de ideología dinástica de realeza que se extiende a partir de la degradación de biodiversidad geográfica, sucediendo en los países del apogeo “filosófico” en favor de una enseñanza única, uniforme; y en detrimento de los análisis críticos y cuestionables de las verdades y conceptos que se desarrollan a partir de la segunda centuria con nuevos principios de dogmas y dinastías, en zonas de más recursos naturales.
¿Qué quiero decir? Pues que la filosofía se autodestruye cuando pasamos de enseñar de forma empírica a forma ideológica, y ser simplemente reflejo de nuestro conocimiento empaquetado, desarrollado a partir del 1608, cuando empiezan a desarrollarse las bases de conocimiento actual; sujetas, si, a una explosión cultural, pero también a una debilidad en nuestra capacidad de enseñanza, porque ya tenemos demasiadas herramientas comparativas, aunque carentes de la simplicidad didáctica más primitivas para enseñar. La filosofía se convierte en una pecera donde todos pueden ver y disfrutar de los peces girando en círculos sin fin.
Los valores residuales filosóficos, tal como debían ser, quedan circunscritos a puro conocimiento de sabios que, como ya apunté anteriormente, aún quedan, sentados en sus sillas de enea al sol y contemplando el significado simple de la vida. O bien del maestro de escuela que aún tiende a pasar los condicionamientos sociales actuales, nos pese o no, con el cuidado de saber que deja “huella”, una trasmisión cultural efectiva del saber y experiencias, a las generaciones venideras dentro, de una filosofía que ya se perdió, y hoy conlleva los desgarres sociales por falta de un balance equitativo de pensamiento crítico.
Incluso cuando abogamos por lo que dijo tal o cual pensador, solo podemos referirnos a sus conocimientos y condiciones educativas dentro de su propio contexto social…, y dentro de las circunstancias de su periodo.
Lo que no podemos hacer es convertirnos solamente en bibliotecas ambulantes de lo que decía tal o cual señor(a) sin saber añadir todo aquello, verbal, escrito, o conceptual que nos ayude a discernir hoy y para hoy, y con hoy, los condicionamientos actuales relacionados a crear imaginaciones rampantes.
Entonces tendremos de nuevo la filosofía de la enseñanza, y como toda área de conocimiento hay que pasarla para que no caiga en las garras de los cleptómanos de almas y del pensar.
Desde mi atalaya en Toronto