Por Emi Zanón
<<…He querido hundirme – en la vasta alma universal – para convencerme de que nada es extraño a mi yo>>. El Canto Errante de Rubén Darío.P
Por Emi Zanón
HUMANO
<<La fuerza que tiene la idea de que lo único real es el mundo que nos rodea, constituye el gran obstáculo para la comprensión de la gran verdad del YO>>.
Sri Ramana Maharsi
<<…Una extraña sensación le impulsó a mirarse los pies. ¡Qué pies! ¡Son enormes! Todos sus sentidos reaccionaron con sorpresa ante la magnitud de sus pies, que parecía ver por primera vez; como si su cerebro, su sistema nervioso, no hubieran recibido nunca la exacta información de las características de esas partes de su cuerpo. Inhibido de su capacidad motora, los observó asombrado y lleno de estupor largo rato. Estaban cubiertos por grandes pieles, de color entre pardusco y negro, que le llegaban a la rodilla. Seguramente eran pieles de oso, pero no lo podría asegurar. Esa sensación extraña experimentada unos segundos antes le decía que no conocía su cuerpo. Sintió entonces que debía recorrer cada secuencia de su desconocida envoltura con su mirada, pero lo haría lentamente, con cautela, su temor entreverado de asombro y curiosidad le aconsejaba que fuera lentamente. Así, su mirada alcanzó sus ingles. Dos fuertes y musculosas piernas velludas completamente desnudas. Siguió adelante. Su cuerpo, igualmente musculoso y velludo, sostenía desde el hombro derecho una gran piel de características similares a las que cubrían sus enormes pies. Se sobresaltó al ver sus manos, que pronto llevó a su cara. Empezó a palparse la boca, la nariz, los ojos, las orejas. Sus pómulos y su frente estaban cubiertos de pelo. Extendió las manos al cuello y luego a la cabeza. ¿Quién soy? ¡Oh! ¡Dios mío! Su cerebro hizo inmediatamente la composición del gran puzle: ¡Soy un hombre de las cavernas! ¡Y debo medir por lo menos tres metros!
Pavorido y desconcertado, quiso averiguar de inmediato donde se encontraba. Elevó la mirada. Luego la desvió a derecha e izquierda. Apenas si había luz. La imagen captada por sus grandes ojos le revelaba un espacio estelar inmenso y vacío, sin astros. Sólo era él. Un miedo cerval se apoderó de sus músculos, que se contrajeron contra sus huesos buscando una huída. De pronto, sintió un leve temblor bajo sus pies. Volvió a mirarlos. Esta vez se dio cuenta que pisaban la tierra firme y oscura de un pequeño planeta del que podía ver su contorno. Un nuevo temblor, esta vez más vehemente, resquebrajó el planeta igual que una granada cuando madura, dejando ver sus entrañas rojas y ardientes que comenzaron a emitir efluvios iridiscentes que crecían en intensidad impetuosamente, hasta que tuvo lugar una gran explosión que lo lanzó con furia hacia ese espacio estelar inmenso y vacío. De nuevo sólo era él. Aunque ahora sin forma. Sólo Consciencia.
Sin apenas reflexión, empezó a sentir una fuerte atracción gravitatoria hacia una inmensa nebulosa que, como un punto brillante y luminoso, se había encendido frente a él. La intensa radiación ultravioleta emitida por la nebulosa iluminaba de colores fluorescentes y brillantes el inmenso espacio ahora no vacío. El espectro de la nebulosa era tan bello, tan hermoso, que a pesar de ser atraído hacia ella a una velocidad vertiginosa, no sintió miedo. Por el contrario, sentía seguridad y alivio. Una seguridad que crecía a la par que la vertiginosa velocidad y a la par que una imagen confusa que se iba interponiendo entre él y la nebulosa. La imagen confusa dejó enseguida de serlo. Suspendida ante los ojos de su Consciencia, una hermosa y enorme cadena de ADN humano le daba la bienvenida con sus majestuosos movimientos ondulatorios y gentiles.
Entonces comprendió>>.
Del libro: “Metacuentos, relatos cortos para el despertar de la conciencia” de Emi Zanón.
“Conócete a ti mismo y conocerás el Universo”