Qué es pensar. El pensamiento reflexivo y el filosófico

El pensador, Rodin

El arte de pensar implica la duda. La duda es la garantía de un buen pensador. La certeza es su fracaso.

Cuando nos preguntamos qué es el pensamiento o el acto de pensar creemos saber lo que significa, es decir, enseguida relacionamos esa pregunta con una respuesta de tipo automatizado y concluímos que pensar es ocupar nuestra mente con algún asunto que nos concierne en ese momento, sin embargo, el pensar implica mucho más que eso. Lo que se pretende realmente cuando pensamos es conocer y entender más profundamente un suceso o fenómeno, llegar a sus causas para intentar comprenderlo desde nuestra razón. Para ello seguimos un proceso intelectivo que implica nuestro cerebro y también a nuestros sentidos, pues en primer lugar los fenómenos que suceden alrededor nos llegan a través de la aprehensión por los sentidos para después procesarlos y pensarlos en nuestra mente.

En su libro Crítica de la razón pura, Kant distinguía dos fuentes de conocimiento: la sensibilidad y el entendimiento. A través de la primera, los sentidos captan esas impresiones y nos damos cuenta de los objetos o de los fenómenos, es decir, los conocemos; y a través de la segunda, nuestra razón procesa e interpreta esos fenómenos, los categoriza y clasifica para darles una forma racional, los pensamos.

Pero este acto intelectivo no es todavía un pensar reflexivo, pues lo hacemos más bien de manera automática, fruto de una serie de reglas, convenciones y acciones que hemos aprendido con nuestro proceso natural de desarrollo y con la educación e instrucción recibida a lo largo de nuestra vida. El juicio o conclusión es el resultado de conocer y de pensar.

Cuando hacemos un juicio, nos basamos en lo ya aprendido y asimilado (experiencia vital) aplicandolo al suceso que queremos conocer o entender, pero en este proceso natural tiene lugar cierta contaminación que, sin ser conscientes, actúa como filtro de forma automática, impidiendo muchas veces la reflexión que nos acerque más hacia un grado más alto de verdad. Esta contaminación puede tener varias formas.

Siguiendo con Kant, en su libro nos habla de juicios a priori, que son los juicios que no vienen de la experiencia, por tanto no son juicios que hayan pasado por todas las estructuras y todos los filtros que cada persona posee.

Los juicios a priori de la experiencia son de tipo dogmático y no pueden pensarse. Son tal cual los conocemos. Un ejemplo son las matemáticas puras.

Haciendo una analogía con esto, sucede que muchas veces en nuestra mente los juicios que hacemos de las cosas funcionan como juicios a priori y los aplicamos de manera automatizada.

Entonces ¿En qué consiste el pensamiento reflexivo y cómo se hace posible? ¿Cuáles son esos elementos de contaminación que nos impiden muchas veces llegar a la verdad? Normalmente, cuando pensamos, lo que hacemos en realidad es aplicar y adecuar esos fenómenos a nuestras propias estructuras de pensamiento ya adquiridas, dándoles forma con base en esas estructuras que ya tenemos asimilidas porque estamos previamente condicionados para ello, pero olvidamos que lo que hacemos no es pensar, sino explicar los fenómenos según nuestra propia visión, que damos por cierta.

Pero no todas estas estructuras son comunes en todas las personas, sino que varían según las diversas circunstancias educacionales, culturales, sociales, etc… donde cada persona se ha desarrollado, por lo tanto no puede ser el camino universal para llegar a un grado más alto de verdad, entendiendo como tal las causas últimas de las cosas. 

Bien, pues el acto de pensar reflexivamente consiste en acercarse más a la verdad, estableciendo la duda en nuestro juicio, en un desaprender, fomentando esa disociación mental para superar esas estructuras inculcadas a través de todo nuestro desarrollo intelectual, para poder ser crítico y ser capaz de contemplar desde otras perspectivas un mismo fenómeno.

Esto nos permite entender mejor el fenómeno y posiblemente llegar a un grado mayor de verdad, o sea, a la última causa de estos, que estaría más cerca de su verdadera naturaleza. Ese pensar reflexivamente sería en cierto grado lo que llamamos filosofar (aunque todavía no sería el pensamiento filosófico entendido como tal) y es un acto puramente intelectivo que excluiría en cierta forma la parte sensible de los sentidos.

Consiste en preguntarnos sobre las causas últimas de los fenómenos que suceden, formando nuestra tesis y antítesis sobre el asunto, y a través de este pensamiento crítico llegar a una síntesis que nos permita acercarnos más hacia el verdadero sentido de lo que pensamos.

Pero no podemos siempre deshacernos de la experiencia y de las estructuras que ya hemos creado, porque son procesos asimilados y automatizados que requieren un gran esfuerzo superarlos para poder llegar a un juicio lo más verdadero posible. En ese proceso se da también una contaminación inevitable formada por una serie de elementos añadidos que constituyen nuestra visión del mundo, como pueden ser los prejuicios, las ideologías, creencias, educación recibida, etc. Necesitamos, pues, unas herramientas para llevarlo a cabo. Además del lenguaje, con el que construimos el pensamiento y que tampoco está exento de inconvenientes (de eso hablaré en otra ocasión), las herramientas que más nos pueden ayudar a superarlos son la lógica y el sentido común. Las utilizamos para pensar, y a través de ellas nos guiamos para formarnos una opinión o idea de los fenómenos. Son estas mismas herramientas las que utilizamos en el pensamiento reflexivo sin dejar que esos elementos contaminantes nos condicionen a la hora de analizar un fenómeno, por ello exige un esfuerzo y una negación a priori de lo que consideramos automáticamente como verdadero. Esto supone muchas veces ir contra nuestra propia ideosincrasia mental.

La máxima con la que empiezo el artículo es la primera premisa para pensar reflexivamente en algo: la duda. Dudar del juicio que automáticamente estamos realizando, partiendo de que ese primer juicio es o puede ser erróneo, es decir, incluyendo la duda en ese juicio, para después analizar los posibles interpretaciones que puede tener ese fenómeno, las distintas formas según diferentes puntos de vista.

En ese análisis nos damos cuenta de que un mismo fenómeno puede ser visto desde diferentes ángulos, muchas veces opuestos, y esa es la prueba de que no estamos en un pensamiento con cierto grado de verdad, puesto que la verdad en última instancia de las cosas no depende del punto de vista con el que analizamos algo, si no que va más allá de ese punto de vista, que, como hemos comentado, solo es el fruto de esas estructuras que condicionan nuestra visión y que son aplicadas inconscientemente la mayoría de las veces y que al cambiarlas tampoco nos dan la verdad, sino otra versión de ella. ¿Se puede entonces llegar a ese grado de verdad?

Si consideramos que pensar reflexivamente consiste en auto negarnos nuestro primer juicio y dudar de él, construyendo una nueva tesis contraria a la que hemos deducido para poder establecer, por medio de una síntesis y a través de la lógica y del sentido común, un juicio que se acerque más hacia la verdadera naturaleza del fenómeno, libre ya de prejuicios y contemplado sin las estructuras que nos automatizan, podríamos acercarnos más a la auténtica verdad, pero quizás todavía no fuera suficiente.

Llegar a un alto grado de verdad es donde se implica el pensamiento filosófico, que accede a niveles de universalidad, superando así el pensamiento reflexivo, más práctico.

Concluímos que pensar reflexivamente los fenómenos del mundo nos lleva a la duda y es la duda la que nos hace contemplar las cosas desde otras perspectivas. Sería un pensamiento de desarrollo en el que se traspasa el juicio propio para adentrarse en el análisis del mismo, primero con la negación, luego con la visión contraria y por último con la sintesis para llegar a un grado mayor de verdad, mientras que el pensamiento filosófico aspira a ir más allá, a la verdad absoluta de los fenómenos, a la última causa que se imbrica quizás en un plano más inaprensible y trascendental para el ser humano del que se han ocupado los filósofos a lo largo de la Historia.

 

Author: Amparo A Machi

Escritora y poeta valenciana. Librepensadora de espíritu autodidacta. Filósofa por vocación. Realicé estudios de Filólogía hispánica. También soy Grafóloga y Perito calígrafo. He recibido diferentes premios y reconocimientos nacionales e internacionales en mi carrera (Premio Nósside, Voces nuevas, de edit Torremozas... etc). Obra: Cuentos neuróticos (relatos), Filoversando en Nod (poesía) y Metamorfosis (miscelánea). Fundadora de Proyecto Metamorfosis. Miembro de varias asociaciones culturales y sociales.